Bien es sabida la condición de conservadora que tiene nuestra sociedad, y con una sociedad de estas características, es obvio que la administración de Justicia también es renuente a la modernización constante y a la progresividad.
A la luz de estos datos, no podemos olvidar que contamos con Códigos de Procedimientos con antigüedades de entre 20 y 40 años de vigencia. Y a diario el reclamo de los abogados litigantes es la necesidad de contar con nuevas formas procedimentales que permitan no sólo la agilidad en el trámite de las causas, sino a la efectividad y eficiencia en la prestación del servicio de Justicia.
Lo cierto es que esta crisis por la pandemia del COVID-19 ha puesto a todas las estructuras e instituciones, en una situación de caos y de vilo, que nos llevan a repensar nuevas formas para organizarnos.
Veamos algunos ejemplos: en el área penal, tenemos juzgados de Instrucción y Correccionales que funcionan en viejas casonas coloniales o de principios del siglo XX. Humedad, diseños poco amigables para el ejercicio de la magistratura, falta de mantenimiento, ausencia de lugares donde alojar a los detenidos y los testigos y todo lo que normalmente se suma a estos problemas.
En el área civil, la cosa es parecida en toda la provincia, pero en la Capital es peor. Tenemos un gigante de acero y cemento que no fue pensado como sede de Tribunales, y que resulta un verdadero nicho, similar a los que alojan cuerpos sin vida. Por su propia finalidad inicial (sede de un Banco) hay poco acceso a la iluminación, a la respiración, al acceso de aire limpio. Y precisamente allí se alojan una veintena de dependencias, incluidos Juzgados, Cámara de Apelaciones y hasta la Fiscalía General de la Provincia. 500 empleados judiciales más unos 2000 abogados circulan por allí, teniendo como únicos accesos 3 ascensores de poca carga, una escalera caracol de 1,40 cm de radio, y un montacarga que usan casi en exclusiva los funcionarios.
El sistema informático que tenemos es obsoleto. Lleva más de una década sin que jamás haya funcionado correctamente. Basta para saber de sus características que el cableado que lo alimenta está en el subsuelo y muchas veces se suele inundar, frente a las copiosas lluvias de la ciudad.
Frente a todo este espectro es que volvemos a trabajar los abogados, los empleados judiciales, y la sociedad toda que interactúa o ve que se resuelven allí sus entuertos legales. No sumo a los magistrados porque en especial los Jueces, son los responsables de esta situación de peligro en la que volvemos a trabajar. Por no pelearse con los miembros del Superior Tribunal de Justicia, por autocensura, por miedo a las represalias, por desconfianza en la recepción de una idea superadora o quien sabe por qué, nadie se ha tomado el trabajo en estas seis semanas de parate laboral, para idear una forma de trabajar que no ponga en una ruleta rusa la salud y la vida de las personas.
Sabemos que la tecnología ha llegado hace décadas para quedarse, pero aún no podemos tener audiencias por video conferencia, no tenemos expedientes digitales, no tenemos acceso en línea a los expedientes judiciales, seguimos pidiendo por escrito para ver los expedientes, se agregan en papel las constancias de notificaciones. Estamos volviendo a trabajar en una forma más peligrosa que en la que teníamos hasta ahora.
La forma en que se organiza para su funcionamiento la Justicia correntina ha muerto, es obsoleta e ineficaz, pero la nueva forma de funcionamiento aún no ha sido concebida. La vieja Justicia de velas y lacre ha muerto, evitemos que mate a las personas que nos relacionamos con ella.
Juan Antonio Arregin – abogado MP 8356
Verdad absoluta, es la realidad de la mayoría de los juzgados! Vienen tiempos de cambio y espero sean urgentes. Cuídese. Saludos