Sarmiento y la situación de las mujeres de su época

por Karina A. Felitti (UBA – CONICET)

“Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las mujeres” [1]

I. Introducción
Sarmiento es sin duda uno de los grandes pensadores del siglo XIX. Identificado con la genialidad de los grandes hombres y la capacidad de los profetas, aún por quienes no compartían todas sus premisas, desplegó la agudeza de su mirada para analizar los fenómenos sociales y políticos de su época, comparándolos con distintas situaciones y lugares. De este modo, reflexionó sobre la democracia y sus posibilidades históricas en América; los beneficios económicos del modelo farmer, la importancia de la vida política municipal y los deberes de la civilización para erradicar la barbarie. Entre tantos otros temas que ocuparon su pensamiento uno, poco destacado por la mayoría de sus biógrafos y estudiosos, fue la situación en la que vivían las mujeres de su tiempo.En sus escritos encontramos denuncias contra los maltratos domésticos, la conducta patriarcal en la vida conyugal, la escasa inserción educativa de las mujeres y su falta de libertad. Rodeándose de amigas, a quienes consideró no sólo confidentes sino profesionales con quienes podía compartir inquietudes intelectuales y discutir de igual a igual, Sarmiento confirmó su creencia en las capacidades femeninas. En ese grupo de amistad se destacaron Juana Manso, Aurelia Velez, Rosa Pavlosky y la norteamericana Mary Mann, quienes lo fascinaron con su estilo de vida independiente y le hicieron imaginar caminos de vida alternativos para las mujeres. [2] Algunos estudios se han ocupado de analizar la relación que Sarmiento mantuvo con ellas, aunque muchos se limitan a destacar romances u otros aspectos frívolos, sin profundizar en la naturaleza de estos vínculos que podrían situar a Sarmiento como impulsor de los derechos de las mujeres de estas tierras. [3]   Este artículo se propone releer los escritos sarmientinos en búsqueda de la tensión que subyace entre una concepción tradicional, que limitaba la presencia femenina al mundo doméstico, y una propuesta moderna, que buscaba superar este relegamiento. Para ello analizaremos algunos de sus textos más destacados e intentaremos descubrir en sus palabras, los modelos de mujer que Sarmiento conoce y desea, y su propuesta concreta para superar la situación de sometimiento a la que se veían destinadas. 

II. La situación de las mujeres sudamericanas
Durante el siglo XIX las mujeres solteras debían permanecer bajo la tutela de sus padres hasta los 22 años y cuando se casaban pasaban a depender de sus maridos. Mientras duraba su matrimonio no podían desarrollar actividades comerciales, legales o buscar un empleo sin el consentimiento de sus esposos, y eran ellos quienes decidían el lugar de residencia. En la familia, sólo podían ejercer la patria potestad cuando eran viudas o abuelas, aunque si volvían a casarse perdían este derecho. [4]En un artículo publicado en 1842, Sarmiento se ocupó de describir la posición que tocaba a la mujer en su sociedad: asumiéndose con ironía, como experto en peinados, sombreros y escotes de vestido, afirmaba: “Pregúntenle si no a un niño de escuela: ¿para qué creó Dios el mundo? Para habitación del hombre (.) ¿Para qué hizo bella y seductora a la mujer? Para que más le complaciera”. [5] En ese mismo artículo, los comentarios sobre George Sand, “un joven escritor que es madre de dos lindos hijos; que anda con levita y pantalón, y es sin embargo mujer; que ha escrito las más lindas cosas y ha sostenido con los primeros escritores de Francia polémicas furibundas” [6] , y sus referencias a Madame de Roland y Madame de Stael, le permitían ofrecer a las mujeres americanas estilos de vida muy distintos al que estaban acostumbradas a vivir o padecer. Sarmiento sabía de este sometimiento y de las diversas situaciones de desigualdad que las mujeres debían atravesar y en otro artículo que comentaba el estreno de una obra teatral, afirmaba: “el bello sexo tiene que sufrir los aplausos injuriosos e innobles con que los caballeros de la platea festejan todas las sátiras que el autor de un drama dirige al carácter o situación de las mujeres ¡El pobre bello sexo condenado aún en el teatro a hacer sus papel de mártir silencioso y resignado!”. [7]Su manifiesto interés en esta cuestión lo incitó a presentar un recorrido histórico y cultural de la vida femenina y comparó la situación de la mujer asiática con la de nuestro país, reforzando su tendencia a transplantar las claves del orientalismo a la “barbarie pampeana”. [8] Para él, la herencia colonial española contenía elementos retrógrados legados de la influencia árabe; ésta había generado una penosa situación para las mujeres en la cual “la palabra esclavitud no es bastante expresiva para dar una idea justa de la infelicidad de su estado”. [9]La tradición europea, libre de la influencia de Oriente, daba origen a otras formas. En la “civilización” el agradar al varón no era la única misión femenina puesto que la monogamia les otorgaba el rol de compañeras, aunque aun sufrieran humillaciones en las costumbres y las leyes, mientras que el cristianismo reforzaba esta tendencia a través de la figura de María [10] . Sarmiento se ocupaba de las mujeres porque entendía que el grado de civilización de un pueblo podía juzgarse por la posición social que estas detentaban; hablar de ellas le permitía distinguir entre civilización y barbarie y así discutir sobre la modernidad y el progreso, desafiando los modelos tradicionales de autoridad encarnados en el paternalismo rosista. [11]

III. Las mujeres de afuera: estampas de los viajes
En octubre de 1845, por encargo del gobierno chileno, Sarmiento emprendió un viaje por Europa, Africa y América del Norte para estudiar sus sistemas de educación y las políticas inmigratorias. Sus observaciones sobre estas culturas y sistemas de gobierno quedaron registradas en los dos volúmenes publicados en 1849 y 1851, Viajes por Europa, Africa y América, 1845 –1847.Una vez en Europa, Francia lo recibió mostrándole ambas caras de la civilización, sabiduría y grandeza conviviendo con el embrutecimiento y la miseria. Parecía ser que la libertad limitada de los gobiernos monárquicos se combinaba con una profunda desigualdad social. [12] Aún así, encontró en los bailes públicos un espacio en donde las diferencias de clase simulaban perderse; allí “la mujer de clase ínfima se pone en contacto con los jóvenes de alta alcurnia”. La vida privada parisina se mostraba más flexible de lo esperado y con asombro, confirmaba la diversidad de estilos de vida que recorrían los extremos entre una prostituta y una mujer casada. Para Sarmiento, esas gradaciones, admitidas y justificadas por la sociedad, explicaban el papel que la mujer desempeñaba en ella. En su carta a Antonio Aberastain comentaba: “De ahí nace a mi juicio la cultura de las mujeres de Francia, la gracia infinita de la parisiense, i el vestir igual, en su caprichosa variedad, de todas las clases de la sociedad. De aquí viene la injerencia de la mujer en todos los grandes acontecimientos de la historia de esta nación..” [13] Las mujeres parecían situarse por encima de las diferencias y el respeto del que eran acreedoras se manifestaba públicamente en plazas y transportes colectivos. Sin duda, estas imágenes deben haber contrastado fuertemente con la realidad que el conocía de su patria. En Argentina, las mujeres de los sectores más acomodados no solían movilizarse sin la compañía de sus sirvientes o familiares, y cuando salían lo hacían en horarios diurnos y sólo para visitar a parientes cercanos.    Si en Europa encontró el sabor amargo de la desilusión, Estados Unidos le ofreció un modelo de republicanismo plasmado en una experiencia histórica concreta. Además de maravillarse por el espíritu asociativo, los municipios, escuelas, periódicos, vapores y publicidades de este pueblo, también se asombró por el lugar que la mujer ocupaba en esa sociedad. En Estados Unidos, “la mujer soltera, o el hombre de sexo femenino es libre como las mariposas hasta el momento de encerrarse en el capullo doméstico, para llenar con el matrimonio sus funciones sociales. Antes de esta época viaja sola, vaga por las calles de las ciudades i mantiene amoríos castos a la par que desenvueltos a la luz del público, bajo el ojo indiferente de sus padres. Recibe visitas de personas que no se han presentado a su familia, i a las dos de la mañana vuelve de un baile a su casa acompañada de aquel que ha valsado o polkado esclusivamente toda la noche.” [14]A pesar de su fascinación por la libertad que gozaban las mujeres en la sociedad norteamericana no dejó de reconocer que, para la mayoría de ellas, luego de la boda “el cerrado asilo doméstico es su penitencia perpetua”. Cuando se preguntó sobre qué bases estaba sostenida esta “dulce libertad”, la explicación se inclinó hacia el factor educativo. En sus cartas afirmaba: “no sin asombro ví mujeres que pagaban una pensión para estudiar matemáticas, química, botánica i anatomía, como ramos complementarios a su educación. Eran niñas pobres que tomaban dinero anticipado para costear su educación(..)” [15] Estas observaciones le servían para confirmar la superioridad de la democracia norteamericana. Allí se abría un porvenir capaz de conjugar la igualdad y la libertad con la ciencia y la educación, y las mujeres podían reunir en sus experiencias todas estas posibilidades.   

IV. Los modelos de mujer: trabajadoras, víctimas y madres
Como pudimos constatar en sus escritos, la opinión que Sarmiento tiene sobre las mujeres intenta superar una visión estereotipada que las considera seres indefensos, sin voz propia, vanidosas y sólo aptas para la vida doméstica. Sin embargo, como hombre de época, vive en tensión con este imaginario y su ideales liberales e igualitarios. Por ejemplo, en Facundo, la imagen del caudillo riojano se entrecruza con la de Rosas, para dar lugar a una figura, que según él es “mitad mujer por lo cobarde, mitad tigre por lo sanguinario” [16] .Sin embargo, luego de esta descalificación, más adelante destaca que “entre nosotros son las mujeres las que cruzan los ríos con la pelota tomada por los dientes con un lazo” y quienes se encargan “de todas las faenas domésticas y fabriles”. Estas fuertes trabajadoras se enfrentan a otro modelo de mujer: las víctimas que sufren las vejaciones y abusos de Facundo. La historia más destacada es la de Severa Villafañe quien cuidando su virtud, debió huir hacia un convento. Frente a tanta barbarie su reflexión tiende a responsabilizar a las madres por la formación que han dado a sus hijos. [17] En este sentido, al igual que Rousseau, Sarmiento argumenta a favor de la educación de las mujeres por el papel que juegan en la familia, como portadoras y transmisoras de valores religiosos y morales.Sin duda, la descripción más idealizada de la figura de la madre se encuentra en las páginas de Recuerdos de Provincia: “La madre es para el hombre la personificación de la Providencia, es la tierra viviente a que adhiere el corazón, como las raíces al suelo”[18] En esta autobiografía, su madre opera como modelo de cumplimiento del deber y de las tradiciones. Doña Paula Albarracín había logrado imponer el orden en un mundo turbado por los conflictos políticos en tiempos de revolución y guerra. Luego de enumerar célebres escritores que habían dedicado palabras de reconocimiento a sus madres, con pluma naturalista citaba la belleza severa y modesta de Doña Paula, reiterando la regla ya escrita en Facundo sobre “las relaciones que existen entre las formas exteriores y las disposiciones morales”. Así “la fisonomía de sus juanetes, señal de decisión y energía” y su frente llena de “desigualdades protuberantes” es lo desagradable transformado en coraje. Su “beldad moral” recompensa las cuestiones estéticas y su inteligencia clara, aunque poco cultivada, se redimía en una conciencia elevada. Sus importantes destrezas manuales le permitieron construir su casa y vivir de su trabajo, brindando un ejemplo imborrable sobre las capacidades económicas de las mujeres. [19] Este canto a la austeridad le permitió a Sarmiento destacar aún más su posterior ascenso en la vida política y cultural, y a la vez considerarse heredero de la fuerza de su madre puesto que creía “firmemente en la transmisión de la aptitud moral por los órganos” [20] .

V. La educación para las mujeres y las mujeres educadoras
Durante el siglo XIX la madre republicana es el modelo femenino que va imponiéndose, aquella mujer capaz de educar a los futuros ciudadanos de la naciones en formación. Sarmiento cree en esto y reacciona con vehemencia contra quienes sostienen que ya se ha hablado demasiado sobre la condición de la mujer. [21] Si ella es quien “prepara los rudimentos de la sociedad en la familia” es imprescindible que se la eduque para semejante tarea. De este modo, el acceso a la educación se justifica en el deber maternal: “¿cuáles son las fuentes de instrucción en que las encargadas de tarea tan delicada beben las doctrinas que la experiencia, la razón y la filosofía han creado para la educación física y moral de la infancia”? [22] Además brindar educación a las jóvenes era una forma de ayudarlas a rechazar el vicio y elevarles la moral, evitando que se ocupasen de cosas frívolas: “!Mujeres ignorantes, no sabéis la responsabilidad que pese sobre vuestros hombros, al desempeñar sin ciencia y sin conciencia los augustos deberes de la maternidad”[23]Pero no sólo debían recibir una educación que las preparara para la maternidad, el matrimonio y el hogar. También necesitaban formarse como educadoras; si bien por su naturaleza eran maestras naturales, había que mejorar esta capacidad innata. Solamente ellas podían combinar la primera instrucción con los cuidados maternales, esos que “sólo mujeres saben prodigar con discreción” [24] Tomando el ejemplo de Estados Unidos, demostraba que la formación de maestras no era un tema de filantropía sino de industria y economía. El magisterio les daba una opción laboral y con él podían obtener su sustento de manera honrosa, y a su vez extender la enseñanza de manera más económica para el Estado: “Si todas estas familias de mujeres destituidas de recursos y sin esperanzas para el futuro, encontrasen en la enseñanza pública una carrera abierta a su actividad, podrían hallar de nuevo el camino perdido de la comodidad o el de una decente medianía”. [25]Otro de sus argumentos a favor de la educación femenina se basaba en el grave peligro que asechaba a la Nación, si todas las mujeres no recibían una formación que evitara deshacer en el hogar la labor excepcional que desempeñaban las maestras en la escuela. De ellas siempre se esperaba un comportamiento condicionado por los roles de género, destacando que “su inteligencia dominada por el corazón se dobla más fácilmente que la del hombre y se adapta a la capacidad infantil por una de las cualidades que son inherentes a su sexo”.Lo interesante es que Sarmiento no se limitaba a proponer una educación básica y tradicional. En Estados Unidos, acompañado por Mary Mann, había conocido la enseñanza “altamente científica” que recibían las jóvenes norteamericanas y la importancia que se daba a la gimnasia y las prácticas físicas. También tenía noticias del Pensionado de Santa Rosa en San Juan, que integraba la práctica de la costura y el bordado con conocimientos de Matemática, Geometría, Astronomía, Gramática, Historia y Geografía. Esta visión progresista de la educación lo hizo enfrentarse con la Sociedad de Beneficencia que, desde su creación en 1823, tenía a su cargo la educación femenina. Sarmiento entendía que los contenidos que se brindaban sólo lograban reforzar los estereotipos tradicionales y le indignaba que la institución no procurara dar a las niñas una formación más elevada: “sus deseos son al contrario, que ellas se complazcan más en su estado conociendo mejor sus deberes, y que acepten con más resignación su destino” [26]Cuando en 1856 asumió el cargo de Jefe de Departamento de Escuelas, tenía claros sus principales objetivos: la educación debía ser común y pública, igual para mujeres y varones; debía proveer la instrucción elemental, la formación cívica, fortalecer la disciplina y enseñar cuestiones prácticas (agricultura, comercio e industria). Este cargo sólo tenía jurisdicción en la campaña, en la ciudad, las escuelas de varones dependían del municipio y las de mujeres de la Sociedad de Beneficencia. De ahí que se generasen disputas entre estas dos formas de entender la educación. [27] Sarmiento proponía saltar la brecha, la formación que debían recibir las mujeres no podía limitarse a zurcir, remendar, bordar o planchar. [28] La educación debía prepararlas para un mundo en el que también podían tener protagonismo.Quizás fue esa su convicción cuando Sarmiento apoyó junto a Mitre el nombramiento de Juana Manso, a quien conoció en 1856 cuando él estaba a cargo del Departamento de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, como directora de la Escuela Mixta No 1. Una vez gobernador de San Juan, en 1862, le confió la dirección de los Anales de la Educación, expresando “Es este un gran acontecimiento. La República Argentina es el único estado sudamericano donde una mujer haya sido llamada a desempeñar una alta misión en la prensa” [29] Nuevamente con acciones concretas confirmaba su confianza en el género femenino al valor la trayectoria profesional de la escritora y confiarla tan importante cargo.

VI. A modo de conclusión
A lo largo de estas páginas hemos recorrido las opiniones de Sarmiento acerca de la situación de las mujeres de su tiempo, y los modelos de maternidad y educación que conoció y sostuvo. Su experiencia en EEUU, sin duda, marcó un antes y después en su pensamiento. Allí pudo contrastar la situación en la que vivían las mujeres de nuestra tierra y las posibilidades que se abrían en aquella república. El ingreso a la educación que Sarmiento reclamaba para las mujeres lejos de ser un punto de llegada, podría impulsarlas a que siguieran abriéndose camino en una sociedad dominada por tradiciones patriarcales. Frente a la discriminación que ellas sufrían Sarmiento les dio una oportunidad educativa y laboral como maestras y directoras; con sus ejemplos permitió que las lectoras de sus artículos reconocieran sus potencialidades y despertaran una conciencia sobre la legitimidad de sus reivindicaciones.En ese tiempo las mujeres que luchaban abiertamente por mejorar su condición no eran muchas. La acción de Juana Manso, Juana Manuela Gorriti o Eduardita Mansilla eran experiencias individuales de liberación de la tutela patriarcal antes que la expresión de un movimiento feminista. De ahí la importancia de la acción de Sarmiento al difundir ideas de igualdad, fomentar la educación de las mujeres y ofrecer ejemplos concretos de ascenso social, como el nombramiento de Manso en un puesto directivo.La justificación que Sarmiento dio a la necesidad de educar a las mujeres traducía la idea predominante en el siglo XIX acerca de la maternidad republicana. En tanto potenciales madres de los futuros ciudadanos de las nuevas repúblicas, las mujeres debían recibir una formación que las capacitase para esa importante tarea. Por ello era necesario fomentar la enseñanza de saberes que fueran más allá de las tareas domésticas. En la actualidad la igualdad de oportunidades para ambos sexos en la educación es una premisa indiscutible y también una promesa que aún debe alcanzarse, aunque es seguro que la maternidad ya no constituye su fundamento. Juzgar a Sarmiento con esta matriz de pensamiento sería un grueso error histórico; hasta mediados del siglo XX estos argumentos que atribuían a las mujeres capacidades innatas para la crianza y la educación, fueron esgrimidos aún por aquellas feministas que luchaban por el derecho al sufragio. Por eso es importante valorar el pensamiento de este intelectual que superó las contradicciones de una época de grandes transformaciones y colaboró en la tarea de formar una conciencia política en las mujeres acerca de sus derechos. 

Bibliografía y fuentes consultadas

a. Escritos de Domingo F. Sarmiento
–         “La mujer y la civilización”, El Mercurio, 22,23,24/08/1841, Obras completas, Bs. As., Universidad Nacional de La Matanza, 2001, en adelante OC, vol. XII.
–         “De la Educación de la mujer”, El Mercurio, 20,23,24/08/1841, OC, vol. IV.
–         “Al oído de las lectoras”, El Progreso, 16/12/1842, OC, vol. II.
–         “Un matrimonio en el Reinado de Luis XV” (Comedia de Dumas. Traducida bajo el título de Un casamiento sin amor), El Progreso, 18/04/1843, OC, vol. II.
–         “El trabajo de la Mujer”, El Progreso, 25/09/1844, OC, vol. XII.
–         Viajes por Europa, Africa y América 1845-1847 y diario de gastos, Bs. As., FCE, 1993.
–         Facundo. Civilización y barbarie (1845), Bs. As., Losada, 1997.
–         “De la Educación de las Mujeres”, Educación popular, (1848), OC, vol. XI.
–         Recuerdos de provincia (1850), OC, vol. III.
–         “Escuela Normal de Mujeres”, Monitor de las Escuelas Primarias, 15/02/1853, OC, vol. IV.
b. Bibliografía–         ALTAMIRANO, Carlos: “El orientalismo y la idea de despotismo en el Facundo”,  C. Altamirano y Beatriz Sarlo: Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Bs. As., Ariel, 1997.
–         BELUCCI, Mabel “Sarmiento y los feminismos de su época: una visión novedosa de la participación femenina en la educación y la cultura”, en Graciela Morgade (comp.): Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina (1870-1930), Bs. As., Miño Dávila, 1997.
–         BOTANA, Natalio: Los nombres del poder. Domingo Faustino Sarmiento, Bs. As., FCE, 1996.
–         ——————-: La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo, Bs. As., Sudamericana, 1997.
–         GARRELS, Elizabeth: “Sarmiento and the Woman question: from 1839 to the Facundo”, en Tulio Halperin Dongui, Gwen Kirkpatrick y F. Masiello: Sarmiento, Author of a Nation, Berkeley, University of California Press, 1994.
–         GUY, Donna: “Familias de clase baja, mujeres y el derecho: Argentina siglo XX” en Dora Barrancos (comp.), Historia y género, Bs. As., CEAL, 1993.
–         MASIELLO, Francine: Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y Cultura literaria en la Argentina moderna, Bs. As., Beatriz Viterbo, 1997.
[1] D.F. Sarmiento: “De la educación de las Mujeres”, Educación popular (1848), en Obras completas, Bs. As., Universidad Nacional de la Matanza, 2001, en adelante OC, Vol. XI, p.87.[2] Estas mujeres superaron los límites que imponía el espacio doméstico al desarrollar su profesión, difundir sus ideas en los medios de prensa, sostenerse económicamente, viajar por el mundo y manejar su vida de manera autónoma. Para conocer sus biografías ver Lily Sosa de Newton, Diccionario bibliográfico de mujeres, Bs. As., Plus Ultra, 1980.[3] Los trabajos de Francine Masiello y Elizabeth Garrels (retomados a lo largo de este ensayo) se destacan entre lo publicado sobre Sarmiento y las mujeres. Otro artículo más reciente pertenece a Mabel Bellucci “Sarmiento y los feminismos de su época: una visión novedosa de la participación femenina en la educación y la cultura” en Graciela Morgade (comp.), Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina (1870-1930), Bs. As., Miño Dávila, 1997. [4] Donna Guy, “Familias de clase baja, mujeres y el derecho: Argentina siglo XX” en Dora Barrancos (comp.), Historia y género, Bs. As., CEAL, 1993.[5] Sarmiento, “Al oído de las lectoras”, El Progreso, 16/12/1842, OC, vol. II, p.64.[6] Ibid, p.67[7] Sarmiento, “Un matrimonio en el Reinado de Luis XV” (Comedia de Dumas. Traducida bajo el título de Un casamiento sin amor), El Progreso, 18/04/1843, OC, vol. II, p.121.[8] Carlos Altamirano, “El orientalismo y la idea de despotismo en el Facundo”, C. Altamirano y Beatriz Sarlo: Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Bs. As., Ariel, 1997.[9] Sarmiento, “La mujer y la civilización”, El Mercurio, 22,23,24/08/1841, OC, vol. XII, p.143.[10] Sarmiento, “De la Educación de la mujer”, El Mercurio, 20,23,24/08/1841, OC, vol. IV.[11] Este argumento ha sido más extensamente desarrollado por Francine Masiello en Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y Cultura literaria en la Argentina moderna, Bs. As., Beatriz Viterbo, 1997.[12] Natalio Botana, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo, Bs. As., Sudamericana, 1997.[13] Sarmiento, Viajes por Europa, Africa y América 1845-1847 y diario de gastos, Bs. As., FCE, 1993, p.125.[14] Sarmiento, Viajes … ibid., p.303.[15] Sarmiento, Viajes…, op. cit., p.388.[16] Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie (1845), Bs. As., Losada, 1997, p.46.[17] E. Garrels, “Sarmiento and the Woman question: from 1839 to the Facundo”, en Tulio Halperin Dongui, Gwen Kirkpatrick y F. Masiello: Sarmiento, Author of a Nation, Berkeley, University of California Press, 1994.[18] Sarmiento, “La historia de mi madre”, Recuerdos de provincia (1850), OC, vol. III.[19] Esta imagen acompaña a Sarmiento y por ello cuando se refiere al trabajo de la mujer destaca su capacidad para realizar artesanías, costuras de lujo y obras de arte, actividades domésticas que podían transformarse en lucrativas desde el punto de vista mercantil. Sarmiento, “El trabajo de la Mujer”, El Progreso, 25/09/1844, OC, vol. XII, p.156.[20] Sarmiento, Recuerdos de …, op. cit..[21] Por ejemplo, Alberdi sostenía: “Yo no estoy con Saint-Simon, en que la muger necesita emanciparse (…) Demasiado emancipada está, y ojalá no lo estuviera tanto. No solamente se escapa de nuestras manos, sino que llega muchas veces a perderse de vista. Saint Simon dice que la muger carece de la palabra en la sociedad actual (…) pero comete un absurdo si pretende decir que la muger no habla, es decir que está callada la boca; porque todos vemos que la mujer no hace otra cosa que hablar día y noche”.  Citado por F. Masiello, op. cit., p.38[22] Sarmiento, “De la Educación de la mujer”, Mercurio, 20, 23 y 24/08/1841, OC, vol. IV, p.180.[23] Sarmiento, “De la Educación ….”, ibid., p.188.[24] Sarmiento, “Escuela Normal de Mujeres”, Monitor de las Escuelas Primarias, 15/02/1853, OC, vol. IV, p.316.[25] Sarmiento, “De la educación de las Mujeres”, Educación popular (1848), OC, Vol. XI.[26] Sarmiento, “De la educación…”, ibid., p.123[27] N. Botana, Los nombres del poder. Domingo Faustino Sarmiento, Bs. As., FCE, 1996, p.35.[28] Cuando asumió la Dirección del Departamento de Escuelas del Estado de Buenos Aires en 1856, procuró fiscalizar y dirigir los establecimientos a cargo de la Sociedad de Beneficencia y se generaron discusiones entre él y la institución.[29] N. Botana, Los nombres… p.37.
Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile ISSN 0717-2869

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